Por fin llegó, el mes 12 de nuestro calendario, aquel que marca el cierre metafórico del vector que representa al tiempo, aquella línea recta que es infinita, pero como seres humanos necesitamos aquel principio y final para poder hacer un balance de todos los acontecimientos que vivimos en los últimos 365 días. Donde ponemos en la mesa todos los errores y aciertos cometidos, para no tropezar con las mismas piedras y enorgullecernos de aquellas decisiones correctas.
Desempolvamos nuestras viejas libretas y leemos aquellos ítems que el último año nuevo juramos e hiper juramos que cumpliríamos, marcando con checks y cruces las metas alcanzadas y las aplazadas para el siguiente.
Como dije en anteriores ediciones, este no es un año como cualquier otro. Aquellas metas que seguro te pusiste al comienzo de este 2020 iban acompañadas de nuestra vieja normalidad, y de un golpe tuviste que aprender que la meta más importante es la compañía, el afecto y el apoyo de tus seres queridos.
Que no hay crecimiento individual si no hay crecimiento colectivo.
Seguro que tuviste que aprender a convivir con la soledad. Encontrarte tomando el café sin las risas de tus amigos que siempre lo endulzaban o los abrazos de tus padres los domingos por la tarde.
Aprender a sobrellevar el miedo un poco a golpes, y entender que todo es pasajero, hasta nosotros mismos.
A transmitir tus emociones de formas muy distintas a las que conocías y seguro aprendiste a tener paciencia de que en un futuro todo va a estar bien.
Así que este año, cuando hagas el balance de cierre, no te olvides anotar todas aquellas cosas que aprendiste y no estaban en tus planes. Sin ver tanto aquellas que no pudiste lograr y dibújale un gran check al lado porque el crecimiento emocional es el más importante.